La uruguaya: entre la diversión y la profundidad

 Lo mejor es escoger un lugar apacible para saborear esta novela corta. Es el primer libro que leo de Mairal y me encantó

Esta novela de Pedro Mairal, y el autor en sí, ha sido para mí un gran descubrimiento. La uruguaya es de estas novelas breves, concisas, divertidas y profundas, a las que no les sobra ni les falta nada. Cada palabra y cada coma están donde deben estar; la trama atrapa desde la primera línea, es divertida y a la vez nos pone en una posición incómoda, nos hacemos preguntas, nos cuestionamos para terminar aceptando lo inevitable: todos somos así, nos dejamos llevar por nuestras pasiones. 

Antes de comprar el libro ya me había enganchado a la lectura. Las primeras páginas las disfruté en la misma librería

La uruguaya es una novela corta, que se disfruta en dos horas. Se recomienda al lector tomarse ese tiempo para leerla. Todavía recuerdo al librero sevillano que me vendió la obra: «Tiene una verdadera joya en sus manos», me dijo. Y no se equivocó. El nombre propio de la uruguaya es Magalí Guerra; el protagonista del libro es el escritor Lucas Pereyra, casado y con un hijo. La conoce en un festival literario en Uruguay. Un año después, planea un viaje de Buenos Aires a Montevideo para cobrar un dinero (evitando las restricciones cambiarias de Argentina) y sobre todo reencontrarse con la hermosa joven. La novela transcurre en el día en que Pereyra viaja a Montevideo; el autor nos hace un recorrido diferente sobre la ciudad que tanto admiran los porteños, pero además hay sexo, infidelidad, humor, crisis existencial, mezquindad, amargura, traición e incluso fútbol.

Para una novela tan breve, una tapa delicada y diferente. Estas ostras “fusión” recuerdan los lujos con los que soñaba Lucas Pereyra cuando cobrara el dinero en Montevideo.

Una reseña breve para una novela breve. En palabras de Leila Guerriero: «La pérdida y la recuperación del deseo, el afán de la eterna aventura, el terremoto de la paternidad, la huida hacia adelante… todo está en esta novela que transcurre en un solo día, engarzado en la prosa brillante de Pedro Mairal, uno de los mejores escritores latinoamericanos»

Fragmento: 

“Qué iluso. No tenía idea de nada y me hacía el superado, el veterano. Por suerte nunca te escribí. Mastiqué mis dudas, mis inseguridades. Era mi actitud de desempleado, de tipo que no provee, mi impotencia de macho cazador, pidiéndote si podías hacerme una transferencia, pidiéndole medio en secreto diez mil pesos a mi hermano mientras él hacía el asado, y esas planillas Excel que tanto te gustaba hacer, mis números en rojo, mi deuda creciendo. No era muy erótico el asunto, lo admito. Y es cierto que ya Mr. Lucas estaba un poco más viejo, menos atractivo. O por lo menos yo me sentía así. Vencida la columna, más prominente mi rollo de flaco con panza, algunas canas en la cabeza y en el pubis, y la pija que casi de un día para el otro se me torció, se me curvó levemente hacia la derecha, como si se me enloqueciera la brújula y abandonara el norte para apuntar un poco al Este, hacia la Banda Oriental. Eso me pasaba sobre todo, tenía la mente en otro lado. Y a veces cuando llegabas me descubrías mirando el atardecer en el balcón agarrado como un preso de la reja que pusimos cuando Maiko empezó a caminar.  La vibración del barco me adormeció. Volví a abrir los ojos: había salido el sol sobre el río. Ya estábamos cerca de Colonia. Mi teléfono enganchó señal y me entró el mail de Guerra contestándome: «Dale. A las dos. Mismo lugar que la otra vez.» Entonces dije su nombre, para mí, contra el vidrio, mirando el agua que brillaba como plata líquida: —Magalí Guerra Zabala. Lo repetí dos veces”.

Ficha


La uruguaya
Editorial: Libros del Asteroide
Año: 2017
Año de primera publicación: 2016
Páginas: 144
Mi valoración: 5/5
Valoración en Goodreads: 3,72

Una respuesta a «La uruguaya: entre la diversión y la profundidad»

  1. “La Uruguaya”

    La novela tiene un acierto inicial que determina el éxito de la narración, aunque el lector no sea conciente de ello. Sigue el esquema mítico del “viaje del héroe”, cuyo arquetipo es La Odisea. Fue retomado por James Joyce en el “Ulises”, y por Leopoldo Marchal en “Adán Buenosayres”. Como en estos dos libros, el tiempo de la novela es un día. Después de que el “viaje del héroe” fue teorizado y divulgado por Joseph Campbell en el libro “El héroe de las mil caras” y en varios reportajes en Youtube, ahora se ha convertido en receta de taller literario para novelistas, guionistas y hasta creativos publicitarios o programadores de videojuegos. “La Uruguaya”, en ese sentido, puede ser una mujer, pero también el título del viaje, como “La Ilíada” o “La Eneida”.
    Así, el narrador-protagonista sigue todos los pasos clásicos del héroe o antihéroe. Vive su “vida ordinaria”, en su caso llena de cotidianos dramas conyugales, profesionales y económicos, en la “Ítaca” de Barrio Norte, junto a su “Penélope” ya bastante harta de trabajar por los dos y de sospechar infidelidades. El “llamado al viaje” y a la aventura es la búsqueda del “Vellocino de Oro” de los quince mil dólares en Montevideo.
    En esa clave se explican muchos pasajes de la novela que de otro modo parecen simples sucesos más o menos extraños. Por ejemplo, en el trayecto recibe ayuda de “entes superiores” -en la Odiesea son apariciones de la diosa Palas-, como el pastor protestante que conversa en el ómnibus con una testigo de Jehová sobre el perdón, y cuyas palabras interpelan a Lucas. (De paso, en ese diálogo se cita Hechos:13, que no tiene nada que ver con el diálogo, pero donde otro Lucas -el evangelista autor de los Hechos de los Apóstoles narra otro viaje azaroso, el de San Pablo -una “Paulíada” según Anthony Burgess-).
    En Montevideo se encuentra con la Uruguaya (con nombre simbólicos de Guerra y Magia -Maga-lí-, la Maga de Cortázar, como el mismo narrador explica), es decir a la hechicera, la mujer de signo negativo, la Circe que tuerce el destino del viaje. Ella lo conduce hacia ámbitos simbólicos que también es necesario explicar, como las “sirenas” que cantan en rock a Zitarrosa, la librería de los jugadores negros de Peñarol, y por fin a su “descenso a los infiernos”, la “catábasis” clásica del héroe representada por el baño al que baja por una escalera tortuosa, la imposición de un signo talismánico (el tatuaje), una epifanía divina en la playa interpretada en clave blasfemo-feminista, y finalmente a la pérdida del tesoro, en otra escena cortazariana. Lucas recurre entonces a su “Tiresias”, Enzo, el sabio consejero, el Zorro del Principito, que lo insta a aceptar la pérdida, despojarse de sus ilusiones y afrontar la verdad de su vida.
    Como a Ulises, le espera un arduo regreso, lastimado en el robo, con la mente confusa y a pie por las avenidas desiertas. El ukelele que ha comprado para su Telémaco es la única posesión que lo acompaña.
    Paródicamente, es decir por medio de la ironía posmoderna, su regreso al mundo ordinario resulta una especie de ética de la mediocritas progresista. Su mujer lo deja -ha descubierto su aventura oculta- y se va a vivir con otra mujer (nuevo toque de corrección política) mientras él,-escarmentado- frecuentará a una mujer mayor. Ambos abandonan Barrio Norte por barrios aspiracionales de las clases medias intelectuales. Vende el auto, manda a su hijo a la escuela pública, comparte de buen grado su tenencia con la madre y su pareja. Cocina, toca el ukelele, pinta el patio, madruga para conducir un programa de radio, salda las deudas, escribe para cumplir los compromisos editoriales que le habían valido aquellos dólares perdidos.
    Y siguiendo el consejo de su mentor, convierte su peripecia en una novela, concebida como un relato de confesión, reflexión y balance de vida, dirigido a su ex esposa. Su condición de escritor le permite referencias literarias que sirven de señales para la complicidad de los lectores (análisis de un soneto de Borges, referencias a Onetti, alusiones a Cortázar, etc.); abusa en forma maniática del lenguaje sexual naturalista; utiliza los diálogos ingeniosos y los retruécanos de la parte más cursi de Rayuela; se esfuerza por mostrar su familiaridad con las novedades literarias o técnicas; se ocupa conmovedoramente de que todas las palabras extranjeras estén en su correspondiente bastardilla; y no ahorra reflexiones didácticas y razonables sobre los nuevos modelos de familia, la paternidad y sus cargas, etc., tal como los ve desde su nueva situación de frío entusiasmo posmoderno. La novela termina bien, tiene un final feliz.
    Igual que Odiseo ante Penélope, al culminar su regreso Lucas pronuncia ante la ya efímera esposa unas palabras -las últimas del texto- que afirman algo de lo que él mismo duda: “Soy yo”. Sin embargo, siguiendo a Borges en su soneto sobre Ulises, los lectores podríamos preguntarnos frente al que vuelve de su aventura: “¿pero dónde está aquel hombre…?”
    Enzo Arredondo le había recordado, antes de emprender el regreso, una frase de Girondo según la cual “los libros se tallan como diamantes y se venden como salchichón”. En su relato, Lucas Pereyra ha logrado hacer ambas cosas. Ha tallado la antigua piedra del relato mítico en clave rioplatense, con algunos recursos de joyero y muchos otros de bisutería, y ha aderezado un texto que, publicado por Pedro Mairal como La Uruguayal, se vendiera como un apetitoso salchichón primavera para los sándwiches en la playa. Lo cual no tiene nada de malo.
    ***

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