Y de repente fue ayer: amor y revolución a la cubana

Hay que buscar un lugar calmado para enfrentarse con esta historia. La hacienda de mis bisabuelos, en Boconó, Venezuela, cumple con este requisito. Foto: Teté Flores Monsalve

 

Este libro de Boris Izaguirre, ambientado en Cuba, causó sensaciones encontradas durante la lectura 

Hay libros que te enganchan desde la primera línea, hay otros que se demoran un poquito más y algunos que no lo hacen nunca y tienes que dejarlos sin leer o terminarlos a rastras. Este de Boris Izaguirre demoró en atraparme y mucho. Cuando estaba a punto de dejarlo mi hija me dijo: “No lo deseches todavía. Dale una oportunidad”, y haciendo eso llegué hasta la página ¡160! A partir de allí me dejé remolcar por la historia, más por el compromiso de terminarla que por ver hacia dónde conducía el montón de páginas que me quedaba por leer.

Tal vez mis expectativas fueron altas pues el libro me lo prestó una prima, con quien comparto el amor por la lectura; también porque relacioné el nombre del autor con el de su papá, Rodolfo Izaguirre, de quien no me pierdo sus artículos publicados en el diario El Nacional. Por otra parte, había leído y escuchado comentarios halagadores con respecto a las novelas de Boris. Definitivamente no hay que dejarse llevar.

Este relato trata de la “amistad amorosa” entre dos muchachos cubanos, Óvalo (me encantó ese nombre tan original) y Efraín, que se conocen luego de que un huracán pasa por la isla, lo que los hace coincidir en el hospital donde son atendidos. Durante la convalecencia comparten sus historias y deseos para el futuro, uno de ellos ir a La Habana. Llegado el día, y al no tener familias que los reclamen, son llevados a un lugar donde están otros niños en igual condición, entre ellos la linda Aurora, de quien Efraín se enamora platónicamente. Las extrañas funciones que cumple este lugar donde se encuentran se irán descubriendo a lo largo de la lectura, pero su final es un voraz incendio que separa a los tres amigos.

El sonido relajante del agua al caer por la rueda de la molienda hace recordar el ayer al que se puede volver en un descuido de la historia. Foto: Teté Flores Monsalve

A partir de este punto la historia gira en torno a la vida de Efraín, de cómo es rescatado del incendio por el negro Prieto, chofer y músico, de cómo a partir de las letras de las canciones que escribe para la orquesta de Prieto llega a la radio y de allí su salto a la “revolución” de escribir la primera radionovela cubana, La huella del amor, que luego se convierte en telenovela y lo lanza a la fama. Y es aquí cuando reaparece Óvalo, que forma parte de otra “revolución”, la política, trayendo con él un gran deseo de venganza.  

Como trasfondo está una parte de la historia de Cuba: desde la época de Fulgencio Batista, con sus estrechas relaciones con Estados Unidos y los libertinajes asociados a ellas, la etapa de transición y finalmente la llegada de la revolución de Fidel Castro, con sus ansias de borrar todo lo pasado llevándose por delante lo que sea. Hay algunas referencias a aspectos que en verdad sucedieron como la invasión a Bahía de Cochinos (Playa Girón), la operación Pedro Pan y la crisis de los misiles soviéticos.

Lo primero que me costó con este libro fue hacerme una imagen de los personajes principales, sobre todo de Efraín, quien desde el inicio no sabe su edad y eso me desubicó bastante. ¿Es un niño, es un joven, está bien lo que hace o piensa? Por otra parte, y con el riesgo de ser catalogada como mojigata, realmente no me gustó la cantidad de pasajes sórdidos de carácter sexual que aparecen constantemente en la historia, que pudieran estar justificados para dar contexto a la trama, pero que se repiten tanto que llegan a ser incómodos. Me hizo un ruido inmenso cuando fui descubriendo que La huella del amor, la novela escrita por Efraín, es, con ciertos matices, exactamente igual a El derecho de nacer, la radionovela que se escuchaba en casa de mi tía Zoraida en Caracas y con cuyos personajes peleaba mi querida Mamacha diariamente.

Creo que la bebida que mejor puede acompañar a esta novela es una Cuba Libre: hacemos honor al lugar donde está ambientada y además su sabor fuerte y dulce refleja lo que sentí al leerla. Foto: Cecilia Gómez Miliani

Debo agradecer que esto me llevó a buscar información sobre el origen de esta radionovela y pude enterarme de que realmente era cubana, pues la versión que yo conocía era la venezolana, que luego se hizo más famosa, gracias a la de Radio Caracas Televisión, que mi abuela Delia, como millones de espectadores, no se perdía en el horario estelar. Otro elemento que me incomodó bastante fue el uso del español de España para algunos diálogos y textos. ¿Se imaginan a Fidel Castro diciendo: “No seremos revolucionarios del pasado. Estamos aquí, junto a vosotros, frente a vosotros, acompañados por palomas de la paz”? Siendo tan claro que la novela se ambienta en Cuba no pude perdonar que los cubanos hablaran de esta manera.

Finalmente si me preguntan si este libro me gustó, puedo decir que creo que la historia es buena pero no la forma en la que fue desarrollada.


El fragmento

“-Mi trabajo no es político. En el fondo nos gusta mezclarlo todo ¿no? Creemos que tiene que ver con el amor, luego creemos que tiene que ver con lo político. Imagino que debe de existir una edad, un momento en la vida en que te das cuenta que cada cosa puede verse por separado. –Los dos rieron. Efraín confirmaba que la conversación era una entrevista–. Una vez dije que necesitamos llorar para sentir que vivimos algo de verdad. Eso fue al principio de La huella del amor, han pasado ya muchos, demasiados años. Ahora entiendo que mi telenovela le otorga a la gente esa esperanza que el amor, como los sueños, como todo lo estúpido y sin forma de esta vida, siempre consigue triunfar. Pero también es mi condena: nunca podré escribir lo contrario, que en la verdad, en la vida, quienes ganan son los pragmáticos, los que creen en un sueño más bien político, como ahora todos nosotros dentro de esta Revolución.”

 


Sobre el autor

Boris Izaguirre, de origen venezolano, aunque también tiene la nacionalidad española, nació en Caracas en 1965. Es presentador de televisión, guionista, articulista y escritor. Su carrera comenzó a los 16 años en el diario El Nacional, con “Animal de frivolidades”, una columna de crónica social. Actualmente colabora con varios medios como la revista semanal del diario español El País, la revista de cine Fotogramas y las revistas Zero​ y Marie Claire. Se hizo popular en España después de su incorporación al programa de televisión Crónicas Marcianas. Publicó su primera novela en Venezuela, titulada El vuelo de los avestruces (1991), para siete años después, en España, continuar con Azul petróleo. Su novela más exitosa es Villa Diamante, que resultó finalista del Premio Planeta 2007. Más información en su página web www.borisizaguirre.net

2 respuestas a «Y de repente fue ayer: amor y revolución a la cubana»

  1. Ha sido una bonita cadualidad encontrsr vuestro blog y justo esta reseña. Siempre he escuchado halagos sobre Boris Izaguirre pero no me acabo de lanzar con ninguna de sus de su obras, quizás lo intente con esta (yo tampoco perdonaría a un cubano hablando como un español de España, pero el resto de libro tiene buena pinta). ¡Un saludo y gracias por vuestra reseña!

    1. Hola, Paula.
      Muchas gracias por pasarte por aquí y comentar. Si te decides a leerlo, no dudes en comentarlo por aquí 🙂
      Un abrazo

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