Una librería en Berlín: diario de una huida

Recomiendo buscar un lugar tranquilo y apacible, como el balcón de mi apartamento, para vivir con la autora las vicisitudes de su salida de Francia hacia Suiza. Foto: Cecilia Gómez Miliani

Hay libros que tú buscas, hay otros que te buscan a ti. Es el caso de esta obra de Françoise Frenkel. Un día, mi prima Mercedes me envió un mensaje de texto a mi teléfono diciéndome que acababa de terminar de leer un libro maravilloso, y me adjuntó la foto de su portada; el mensaje terminaba diciendo: “¡Qué lástima que estamos tan lejos y no puedo prestártelo!”. A los dos días, mi vecina y amiga Xiomara me dijo: “Tengo un libro que estoy leyendo. Al terminar te lo paso, sé que te va a encantar”. Así llegó a mis manos Una librería en Berlín.

Debo confesar que la historia me conquistó desde el prefacio, en el que Patrick Modiano nos explica cómo se encontró en Niza el ejemplar de este libro, que se imprimió en Suiza en 1945. Modiano incluye también algo de la historia de su autora, Françoise Frenkel, que, aunque escueta y corta, no deja de ser fascinante. Es interesante ver cómo un libro escrito hace tantos años se convierte en un fenómeno literario en la actualidad, tal y como lo señalan varios sitios de internet dedicados a la literatura. Para completar mi total enamoramiento, en la primera página de la obra aparecen estas líneas: “Mis regalos preferidos eran los libros que se acumulaban en las estanterías de las paredes de mi habitación de niña”. Me sentí totalmente identificada.

Puedo imaginar a Françoise con una taza de té acompañada con galletas de mantequilla, tal vez en Vichy, una de sus estancias más tranquilas. Foto: Cecilia Gómez Miliani

Aunque el título pudiera llevarnos a pensar que viviremos la aventura del origen de una librería y las peripecias de su dueña para mantenerla en el tiempo, la narración autobiográfica y testimonial se adentra en las vicisitudes experimentadas por una librera, la autora, que huye de los horrores de la Segunda Guerra Mundial. Esto sucede luego de haber tenido una exitosa librería, La Maison du Livre, la primera en Berlín de los años 20, dedicada a autores franceses.

La narración inicia alegre, optimista, y muestra el interés y el amor de la autora por los libros y por la cultura francesa. Hace referencia a cómo estos sentimientos la llevan a tener un espacio donde confluyen, no solo los franceses que están en Alemania, sino los alemanes interesados en saber o profundizar más sobre Francia y sus autores. Unas páginas más adelante vemos cómo las amenazas de los nazis comienzan a ejercer presión sobre este lugar y su dueña; hay líneas que nos muestran el dolor que siente por esta situación que le impide mantener su librería. A partir de este punto, el texto se convierte en una narración de su salida de Berlín a Francia, mostrando la esperanza de que pronto vengan tiempos mejores para poder retomar la vida entre sus libros. Lamentablemente, esto no llega a ocurrir pues la ocupación nazi llega a Francia y la persecución a los judíos también arropa a ese país. Ella es judía y desea salir por cualquier medio hacia Polonia, donde está su familia.

Frenkel comienza un peregrinar que la lleva por París, Aviñón, Vichy, Niza, Grenoble, Annecy, Saint-Julien y finalmente Suiza. Busqué un mapa para ubicar estos sitios y así tener una mejor idea del recorrido que hizo la autora, sin perder de vista la época en la que se desarrolla la historia y lo difícil que debió ser esta travesía, aspecto muy bien descrito en el libro. Cada uno de los capítulos está relacionado con su estancia en estos lugares y cuenta lo vivido en ellos. Así vemos cómo afronta la persecución, cómo debe ocultarse por días para no ser deportada o llevada a un campo de concentración, cómo es apresada al intentar su primera fuga a Suiza, cómo siempre consigue personas caritativas y solidarias que la ayudan, cómo hace frente a la soledad y la tristeza, y cómo celebra cada pequeño triunfo sobre la opresión.

Durante la lectura de Una librería en Berlín me hice acompañar de un mapa de Francia, como una forma de conocer mejor las distancias recorridas por la autora. Foto: Cecilia Gómez Miliani

Las páginas de este testimonio nos llevan a vivir en primera persona los horrores que pueden cometerse en nombre de ideologías equivocadas, extremistas, irracionales, viles, que pretenden implantarse a costa del sufrimiento y el exterminio de los que piensan diferente. Y en medio de esta terrible situación también podemos ver la bondad, la solidaridad, la acción de héroes desconocidos que llevan a cabo pequeñas acciones que permiten salvar muchas vidas. La narración sencilla y cercana, a modo de diario (sin llegar a serlo exactamente), convierte al lector en testigo de un hecho histórico, la Segunda Guerra Mundial y más específicamente la invasión nazi a Francia, a través de la voz de Françoise Frenkel. Para complementar, al final del libro podemos encontrar un conjunto de fotografías y copias de documentos que permiten evidenciar la veracidad del testimonio.

Tal y como lo sospecharon Mercedes y Xiomara, el libro me fascinó. Es una obra que muestra a la perfección cómo la pasión por lo que se hace nos impulsa a derribar cualquier obstáculo para llevarla a cabo, y cómo, a pesar de las circunstancias que nos rodean, debemos mantener la confianza en las personas y la fe en que todo siempre puede ser mejor.


El fragmento

“Aquella noche comprendí por qué había podido soportar la agobiante atmósfera de los últimos años en Berlín… Porque yo amaba mi librería, como una mujer ama con verdadero amor.

Había pasado a ser mi vida, mi razón de ser.

El alba me sorprendió sentada en mi sitio habitual ante mi mesa de trabajo, rodeada de libros.

La librería parecía casi irreal con los primeros fulgores del amanecer.

Entonces me levanté para despedirme…

Pasé por todos y cada uno de los estantes, acariciando suavemente el canto de los libros… Me detenía en los ejemplares numerados. ¡Cuántas veces por el cariño que les tenía, me había resistido a desprenderme de este o de aquel!

Releía las dedicatorias de los autores. Algunos ya no estaban. Ni Claude Anet… ¡Con qué entusiasmo me había hablado de su vida en Rusia! Ni Henri Barbusse… Me había contado sus recuerdos de Rumania, de Rusia, de Lenin… Ni Crevel, joven, excéntrico, inquietante en su fogosidad y en su pesimismo.

Algunas dedicatorias evocaban un instante de simpatía, otras un efímero homenaje… Todos esos tesoros se iban a quedar allí ¿Qué manos cuidarían de ellos?

Buscaba junto a mis libros un poco de consuelo y de valentía.

Y de repente oí una melodía infinitamente delicada… Procedía de las estanterías, de las vitrinas, de todas partes donde los libros vivían su misteriosa vida.

Y yo estaba allí escuchándola…

Era la voz de los poetas, su fraternal consuelo a mi gran angustia. Habían oído la llamada de su amiga y se despedían de la pobre librera desposeída de su reino”.


Sobre la autora

Es poco lo que se sabe de Frymeta Frenkel. De origen judío, nació en Polonia en julio de 1889. Estudió música en el conservatorio de Leipzig antes de mudarse a París, donde se doctoró en Literatura en la Sorbona. Su pasión por la cultura francesa la llevó a cambiarse el nombre de Frymeta a Françoise. En 1921 abrió la primera librería dedicada a la literatura francesa en Berlín, junto a su esposo Simon Rachenstein. Una librería en Berlín, cuyo título original es Rien où poser la tête, es el único libro de esta autora que murió en Niza en enero de 1975.

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