Trópico de la violencia: atrapados en la espiral

Una isla en el océano Índico es el escenario de una historia trágica y dolorosa sobre la pérdida, la búsqueda de la identidad y el desmoronamiento de la sociedad. Foto: Ariana Guevara Gómez

La isla de Mayotte, con sus aguas hermosas, sus jardines exuberantes, sus colores y texturas, es también un lugar oscuro. La falta de atención y servicios para la llegada masiva de migrantes, la cantidad de niños y jóvenes no acompañados, la violencia, la corrupción y la dejadez son el caldo de cultivo para la falta de oportunidades y la tragedia. Y Nathacha Appanah lo refleja muy bien en Trópico de la violencia, una novela dolorosa y muy necesaria sobre este departamento francés en pleno océano Índico. 

Cada capítulo del libro presenta el testimonio de un personaje: una francesa que se va a Mayotte por amor y que se ve asfixiada ante la imposibilidad de cumplir su deseo de ser madre; un joven que intenta descubrir sus raíces y que queda indefenso ante la violencia; otro adolescente que, por distintas razones, trata de hacer frente a su dolor con un poder violento y desmedido; un policía que siente compasión ante el desmoronamiento de la sociedad; y un voluntario de una ONG que llega con ingenuidad y descubre que sus ideas son inútiles en un lugar tan descompuesto. 

No es fácil leer este libro por la dureza de los temas que aborda. Por eso, nada mejor que una vela aromática para acompañar la lectura y relajarse un poco. La de Bosque Encantado, de la marca Etérea, es muy recomendable. Foto: Ariana Guevara Gómez

La forma en la que Appanah deja a sus personajes mostrarse como son y explicar sus acciones hizo que sintiera muchísima compasión por ellos, incluso por Bruce, el líder del barrio Gaza —ya con este nombre, que nos hace pensar en el conflicto de esa parte del mundo, podemos hacernos una idea de lo que es y representa—, que decepciona a su familia, se aparta de todas las expectativas que se habían puesto en él y decide inspirar terror para imponerse a los demás. Es un personaje odioso y lleno de rencor, pero es su miedo y su dificultad para mostrarse vulnerable lo que lo lleva a buscar estas formas poco justificables de sobrevivir. 

Como mencionó una querida amiga en nuestro club de lectura, coordinado por Sonia Fernández, estos personajes se ven atrapados en un sistema que no funciona, que los expulsa y parece obligarlos a tomar decisiones cuestionables. Cuando no hay nada a lo que aferrarte para tomar un poco de aire, muchas veces no queda otra opción que dejarte llevar y hundirte. Y eso es lo que parece ocurrirle a estas personas. También hace cuestionar esa idea de que en Europa no ocurren estas desgracias. Como se deja ver en la historia y lo dice alguno de los personajes, esto también es Francia. 

Unas frutas tropicales son buena compañía para esta historia ambientada en el calor y la humedad de la isla de Mayotte. Foto: Ariana Guevara Gómez

Un pequeño detalle que me gustó de esta novela es el guiño que hace a la literatura como salvavidas. Uno de los personajes, Moïse, que se ve arrastrado por esas redes de violencia y miedo casi sin querer, vuelve a su libro favorito para tener un poco de paz y reencontrarse con su infancia feliz: “Cuando Stéphane me preguntaba por qué leía siempre el mismo libro, me encogía de hombros, porque no quería explicarle que ese libro era como un talismán que me protegía del mundo real, que las palabras de ese libro que me sabía de memoria eran como una oración que yo rezaba una y otra vez y quizá nadie me oyera, quizá no sirviera de nada, pero qué más daba”. 

No es fácil leer este libro, pero ofrece una buena oportunidad para acercarse a otras vidas y escuchar lo que tienen para decir. Esto es ficción, pero estas personas existen, estos niños abandonados existen, esta violencia y este miedo existen.

El fragmento


“Si crees que es fácil ser el jefe de Gaza…
Uno no se convierte en el rey así como así, esto es la selva, hay que ser un león, hay que ser un lobo, hay que saber olfatear el aire, oler las presas, enseñar las garras y yo se las enseñé cuando las grandes huelgas. ¿Quién encendió el primer fuego en el cruce de Kaweni? Yo. ¿Quién decidió bloquear la carretera? Yo. ¿Quién tiró la primera piedra contra los bomberos? Yo. Ja, ja. Todo el mundo me seguía, los adultos, los funcionarios, los vendedores, los sindicatos, todos gritaban No a la carestía de vida, pero a mí me importaba un huevo lo que gritaban, yo había encendido el fuego, y eso es lo que hace un jefe guerrero, dirige a la tropa, enciende el fuego y, cuando lo decide, él mismo lo apaga”.


Sobre la autora

Nathacha Appanah nació en la isla Mauricio y en 1988 migró a Francia, donde estudió y ejerció el periodismo. Ha escrito varios libros, entre ellos El último hermano, publicado en español en 2010. Vivió en la isla Mayotte entre 2008 y 2010, y allí entró en contacto con una realidad que la inspiró a escribir Trópico de la violencia, finalista del premio Goncourt y ganadora de siete premios en Francia.

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