Este libro habla de las tradiciones ancestrales, de la conexión con los antepasados y la naturaleza. Por eso, lo mejor es leerlo en un sitio rodeado de árboles, como el Parque del Oeste, en Madrid. Foto: Cristina Urquiola Gómez
Esta novela del nigeriano Chinua Achebe fue nuestra primera lectura del Club Ögügü. En sus páginas se muestra el drama que significó la llegada del hombre blanco a tierras africanas
Lo que por mucho tiempo se ha transmitido sobre las aldeas africanas y aborígenes, sin mayores distinciones, es una imagen de precariedad y salvajismo. Hombres y mujeres pobres, desnudos, a la deriva. Hombres y mujeres que claman por un cambio y que encuentran en el mundo occidental, que todo lo sabe, una solución a sus problemas. Para combatir esos prejuicios, la primera novela del nigeriano Chinua Achebe, Todo se desmorona, muestra todo lo contrario: las tradiciones y la organización de un pueblo van destruyéndose poco a poco con la llegada del hombre blanco.
La obra, publicada por primera vez en 1958, se centra en las costumbres y tradiciones del pueblo de Umuofia, con unas jerarquías bien definidas, una religión muy desarrollada y una vida laboral estructurada. Se describe, por ejemplo, la organización de las cosechas de ñame, el proceso para concretar un matrimonio —que, a ojos occidentales, pudiera considerarse una vulgar venta de la mujer—, los funerales, los juicios. La vida social sigue un curso bien delimitado. Cada quien sabe lo que tiene que hacer.
En este escenario, Okonkwo, un guerrero famoso por su osadía y su fuerza, se mueve con seguridad e intenta, en todo momento, demostrar su hombría. Para él, cualquier signo de debilidad es sinónimo de feminidad, algo que es completamente abominable. Su miedo al fracaso lo impulsa a la violencia y a la intimidación. Maltrata a su familia, no le asusta matar a quien sea, con tal de dejar muy claro todo el peso de su poder. Es un personaje que me resultó muy odioso, pero que está tan bien construido que pude sentir empatía. No justifiqué ninguna de sus acciones, pero sí pude llegar a entender su motivaciones.
La segunda esposa, Ekwefi, y la hija de ambos, Ezinma, tienen un rol importante en la historia: no solo sufren la violencia de Okonkwo, sino que también encarnan las preocupaciones del guerrero. Sobre todo a través de la hija, es posible conocer los prejuicios de este hombre, pero también su lado vulnerable, aunque ni él mismo esté dispuesto a aceptar esa faceta de su personalidad.
Con la llegada del hombre blanco, la fuerza bruta de Okonkwo se intensifica, pero ya el miedo está instaurado en el pueblo. La crítica es evidente: el hombre occidental, con su afán de expansión, trajo el desmoronamiento de un estilo de vida y una visión del mundo. La humillación que sufre Okonkwo, que golpea su ego y lo hace consciente de la imposibilidad de cumplir sus aspiraciones de grandeza, además de su propia inflexibilidad ante el cambio, lo llevan a la destrucción de sí mismo.
Y justamente eso fue lo que más me gustó del libro: que muestra este drama con sus luces y sus sombras. Queda claro que la colonización significó el desmoronamiento de la tradición, pero también trajo las fábricas que sirvieron para mejorar la vida económica de la región, y con uno de los primeros misioneros el asunto era llevadero. El señor Brown predicaba la religión cristiana, pero no atizaba las diferencias e intentaba comprender la lógica de una visión distinta a la suya. Es decir, el autor no demoniza el asunto con la simplificación de las generalizaciones.
Lo mismo ocurre con la tradición. Ciertamente esta visión del mundo tiene elementos hermosos: el vínculo irreductible con la naturaleza, las historias y fábulas que cuentan las madres, la manera de hablar con proverbios, los cantos, la prioridad que se le da a la familia, la generosidad, la relación estrecha con los ancestros. Pero también Achebe muestra lo más terrible de esta manera de vivir. Por ejemplo, la discriminación hacia los que se consideraban parias, el abandono de los gemelos y, especialmente, el trato degradante hacia las mujeres. El autor lo muestra de una forma directa, sin hacer juicios de valor; así se dejan en evidencia los matices, lo bueno y lo malo.
Me hubiese gustado que la parte dedicada a la llegada de lo blancos estuviera un poco más desarrollada. Los personajes occidentales están dibujados un poco a la ligera. Pero creo que el mensaje queda claro: cuando se trata de imponer una visión, cuando no hay respeto por la diversidad, los resultados son nefastos para todos. Como dijo el tío Uchendu, uno de los personajes que más me gustó: “No hay ninguna historia que no sea cierta (…) El mundo no tiene fin y lo que es bueno en un pueblo es abominable en otros”.
El fragmento
“La tierra de los vivos no estaba muy lejos del reino de los antepasados. Había un ir y venir entre los dos mundos, sobre todo en las fiestas y también cuando moría un anciano, porque los ancianos estaban muy cerca de los antepasados. La vida de un hombre desde el nacimiento hasta la muerte era una serie de ritos de paso que le acercaban cada vez más a sus antepasados”.
Sobre el autor
Se pueden consultar algunos datos biográficos de Chinua Achebe aquí.