Nada se opone a la noche: una catarsis dolorosa

A la mamá de Delphine de Vigan, protagonista indiscutible de este libro, le gustaba dar paseos
sin rumbo por las calles de París. Por eso, una calle recóndita de Lavapiés, en el centro de
Madrid, calza a la perfección con esta historia llena de nostalgia. Foto: Zvonimir Ilovaca Leiro
Esta reseña forma parte del reto #LeoAutorasOct, que consiste en darle visibilidad, durante todo el mes de octubre, a las mujeres dedicadas al mundo de la literatura

La lectura de Nada se opone a la noche, novela de la escritora francesa Delphine de Vigan, fue intensa, triste y, al mismo tiempo, hermosa. Los episodios que se narran son muy duros, pero están tan bien escritos que es imposible dejar de leer. Los secretos familiares, los momentos dramáticos, las intrigas y las locuras se equilibran con una prosa fluida y a ratos poética, algunas escenas llenas de humor —que son muy pocas, pero están— y, sobre todo, un estilo honesto y marcado por la sensibilidad.

Un banquito escondido en alguna calle de la ciudad es el lugar ideal para sumergirse en esta historia familiar. Foto: Zvonimir Ilovaca Leiro

Algo que me impresionó a lo largo de la lectura es que se trata de una historia real. Delphine de Vigan encuentra a su mamá, Lucile, muerta en su apartamento y, después de dudarlo por un buen tiempo, decide emprender una investigación para escribir sobre ella y su familia. Entrevista a su hermana, a sus tíos y a amigos de su mamá, registra cajas, escucha grabaciones en casete, hurga en sus propios recuerdos, y con ese material intenta armar el rompecabezas de Lucile, desde su infancia hasta el momento de su muerte. Una pregunta está entre líneas: ¿qué fue lo que la arrastró hasta allí? ¿cómo pasó de ser una niña hermosa y tranquila, fotografiada para anuncios y revistas, a una mujer que decide acabar con su vida?

Si bien se trata de una novela, los hechos que se cuentan sí sucedieron. Si no hubiese sabido este detalle, quizás me hubiese molestado el exceso de acontecimientos dramáticos. Pero saber que todo eso ocurrió, que esa familia numerosa sí estuvo marcada por tantas tragedias, genera mucho impacto e invita a seguir leyendo para descubrir el fondo del asunto. Al final, la autora no ofrece respuestas certeras ni verdades absolutas, algo que advierte a lo largo del libro. Por ejemplo: “Quizás esperaba que, de esa extraña sustancia, se desprendiese una verdad. Pero la verdad no existe. No tenía más que fragmentos dispersos y el mismo hecho de ordenarlos constituía ya una ficción. Escribiese lo que escribiese entraría en el terreno de la fábula. ¿Cómo me había imaginado, aunque fuese solo un instante, poder hacer inventario de la vida de Lucile? ¿Qué buscaba en el fondo, si no era acercarme al dolor de mi madre, explorar sus contornos, sus pliegues secretos, la sombra que arrastraba?”.

En algún punto de la novela se menciona que, después de caminar sin rumbo, a Lucile
le gustaba detenerse para tomar algo. Este jugo poderoso de frutas, que se vende en La Huerta de Almería, en Madrid,
es refrescante y ayuda a animarse después de leer un fragmento triste. Foto: Ariana Guevara Gómez

Esos capítulos en los que Delphine reflexiona sobre el proceso creativo y las dificultades de escribir sobre su familia me parecieron maravillosos. También me gustó la forma en la que describió a su mamá: es posible ver una parte de esos contrastes que dominan su vida, su euforia, sus tristezas, el amor por sus hijas, el mutismo en el que se encierra cuando está en presencia de sus hermanos y sus padres. La segunda parte, en la que se abordan sus crisis mentales y el impacto que generó en su familia directa, es la más difícil de leer.

Quizás una crítica que pueda hacer de este libro es que algunos personajes secundarios quedan un poco desdibujados. Por ejemplo, dos de las hermanas menores de Lucile se me parecieron muchísimo y siempre las confundía. Pero es realmente un pequeño detalle. Por lo demás, creo que Nada se opone a la noche es una obra que vale la pena leer, pues reflexiona sobre la familia y el influjo que tiene en la vida personal, sobre las culpas y los miedos que se pueden arrastrar desde la infancia, sobre el potencial destructivo de la mente.


El fragmento

“Así, tras diez años empantanada, Lucile volvió de lejos, volvió de todo, dejó atrás sus horas entre las sombras. Lucile, que nunca había podido subir por una cuerda, se izó fuera de las profundidades, sin que se supiera realmente cómo, gracias a qué impulso, qué energía, qué último instinto de supervivencia.

Fue un combate, fue una larga y progresiva remontada hacia la luz, fue un desafío increíble, una espectacular lección de vida, fue un renacimiento”.


Sobre la autora

La escritora francesa Delphine de Vigan nació el 1º de marzo de 1966 en Boulogne-Billancourt. Trabajó durante muchos años en una empresa de opinión pública, y durante ese periodo, escribió sus primeras cuatro novelas. Días sin hambre, su primer trabajo, narra su experiencia personal con la anorexia, y se publicó bajo el seudónimo Lou Delvig. Después del éxito de No y yo, que salió a la luz en 2007 y se llevó el prestigioso Premio de los Libreros de Francia, empezó a dedicarse a tiempo completo a la escritura. Las horas subterráneas recibió el Premio de Lectores de Córcega, y Nada se opone a la noche cuenta con una lista de reconocimientos, entre ellos el Premio de Novela FNAC y el Gran Premio de la Heroína Madame Figaro. Actualmente vive en París.


Un dato

Se puede acompañar la lectura con la canción Osez Joséphinede Alain Bashung y Jean Fauque. Al final del libro se entenderá por qué.

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