Le GG Place, en Barinas, es el lugar perfecto para adentrarse en la vida de Maya. Su ambiente acogedor y lleno de luz invita a la lectura. Foto: Franklin Barón
Esta novela de Isabel Allende tiene momentos duros que se intercalan con descripciones hermosas de lugares y costumbres
Maya es una joven que fue criada por sus abuelos: la Nini, chilena y fiel creyente de la astrología, y el Popo, estadounidense, amante de la astronomía. A sus 19 años de edad ya tiene una historia para contar y es la que leemos en este libro, que es su diario de vida, su cuaderno.
No hay que esperar una narración con un orden cronológico, con una sucesión ordenada de fechas y acontecimientos porque, como ella misma lo dice, “… pierdo el hilo, me voy por las ramas o me acuerdo de algo importante varias páginas más adelante y no hay modo de intercalarlo. Mi memoria se mueve en círculos, espirales y saltos de trapecista”. Con esta advertencia inicial, leer El cuaderno de Maya de Isabel Allende es entrar en la vida de una adolescente en camino hacia la adultez, en sus cambios de humor, rebeldías, arrepentimientos, en sus luces y oscuridades. Como lo señala la misma autora en la contraportada de la edición que tengo: “Esta Maya me ha hecho sufrir más que ningún otro de mis personajes. En algunas escenas le habría dado unas cachetadas para hacerla entrar en razón y en otras la habría envuelto en un apretado abrazo para protegerla del mundo y de su propio corazón atolondrado”.

La historia se mueve entre Chiloé, archipiélago chileno, donde Maya fue a refugiarse empujada por su abuela, y varias ciudades de Estados Unidos, donde transcurren los primeros 18 años de su vida. Allí la veremos rodeada de sus abuelos, con caracteres tan distintos y complementarios; de Andy, su padre, siempre de viaje, siempre ausente; de Susan, su madrastra, afectuosa y firme; de Mike O’Kelly, amigo incondicional de su Nini, así como de otros personajes que aparecen y desaparecen dependiendo del momento. En Chile la acompañarán principalmente Manuel Arias, antropólogo que la recibe en su casa de Chiloé, con su pasado misterioso y sus pesadillas; Blanca Shnake, la tía Blanca, directora de la escuela de la isla; Juanito Corrales y su mamá Eduviges, quienes ayudan a Manuel en el mantenimiento de la casa, y un perro que se le adhirió en el camino y a quien llamó Fákin (quienes lean el libro verán el divertido origen de este nombre).
La forma de narrar los acontecimientos hace que el lector pase por momentos de angustia y horror, intercalados con situaciones amenas y divertidas; es la montaña rusa de la vida de Maya que se vive en primera persona. Los pasajes dedicados a la vida en Chiloé están llenos de descripciones de lugares bellos, de las tradiciones, leyendas, supersticiones, creencias y costumbres de la región. Así aprendemos lo que son las mingas, el curanto, las friegas o la carambola; quiénes son la Pincoya, el Millalobo, los invunches, las machis y el Caleuche, y cómo se debe cantar a las papas “cuando están dormidas bajo la tierra”. Eso me encantó. El lado oscuro de Maya lo vive en el norte, antes de viajar a Chiloé. La llegada de la adolescencia mezclada con un acontecimiento familiar importante la llevan a hacer las cosas más absurdas, arriesgadas y aterradoras, donde están involucradas las drogas y la prostitución, hasta llegar a ser perseguida por el FBI. Realmente Maya cae muy bajo y pareciera no poder salir de esa vida tormentosa. Sufrí con cada letra en esta parte.

En algunos momentos de la historia hay referencias a episodios relacionados con la dictadura vivida en Chile durante la época de Augusto Pinochet, pues algunos personajes la padecieron.
Disfruté muchísimo este libro, como casi todos los que he leído de Isabel Allende, a pesar de lo difícil que resultaron algunas de sus partes. La estructura de sus capítulos, identificados con los nombres de las 4 estaciones del año, nos va mostrando los cambios que experimenta Maya a lo largo del tiempo. Cada uno de los personajes de este libro nos invita a ver las distintas facetas de la vida y los dramas humanos envueltos en ellas. Pudiera decir que es un libro duro pero también que es un libro sobre el amor, altamente recomendado para los jóvenes. La curiosidad por saber qué llevó a Maya del hemisferio norte al sur hace que esta lectura mantenga su interés de principio a fin.
El fragmento
“A veces, en las horas del insomnio siento el pinchazo de la culpa por todo lo que hice antes, pero se disipa al amanecer con el olor de la leña en la estufa, la pata del Fákin arañándome para que lo saque al patio y el carraspeo alérgico de Manuel camino del baño. Despierto, bostezo, me estiro en la cama y suspiro contenta. No es indispensable golpearme el pecho de rodillas ni pagar mis errores con lágrimas y sangre. Según decía mi Popo, la vida es una tapicería que se borda día a día con hilos de muchos colores, unos pesados y oscuros, otros delgados y luminosos, todos los hilos sirven. Las tonterías que hice ya están en la tapicería, son imborrables, pero no voy a cargar con ellas hasta que me muera. Lo hecho, hecho está; tengo que mirar hacia adelante. En Chiloé no hay combustible para hogueras de desesperación. En esta casa de ciprés el corazón se tranquiliza.”
Sobre la autora
Isabel Allende nació en Perú en 1942. Inició su carrera en el periodismo primero en Chile y luego en Venezuela. En 1982 se publicó su primera novela La casa de los espíritus, que se convirtió en uno de los títulos más importantes de la literatura en Latinoamérica. Hasta ahora ha escrito 23 libros que han sido traducidos a 35 idiomas y algunos adaptados al cine, teatro, musicales, ópera y ballet. Ha recibido numerosos premios y distinciones en todo el mundo. Para ver más detalles, visitar su página web http://www.isabelallende.com/
Hola Ariana,
Complacido con la lectura de esta reseña que hace Cecilia Gómez Miliani sobre la novela El cuaderno de Maya de Isabel Allende y por supuesto, poy haberla compartido con nosotros en su Bog. Gracias siempre!.
Un abrazo
¡Muchísimas gracias por comentar!
Un abrazo