Crónicas marcianas: relatos que no son extraterrestres

Para leer este libro escogí Wonder Waffel, localizado en Berna, Suiza. Es un sitio
que recuerda un poco a los diners estadounidenses. Foto: Gabriele Puglisi

Por: Isabel T. García de Puglisi

Los amantes de la lectura sabemos que cada libro llega a nosotros en el momento justo. Ni antes ni después. Hay títulos que se resisten a ser leídos y otros que entregan sin pudor sus líneas.

Recuerdo haber visto siempre un ejemplar de Crónicas marcianas de Ray Bradbury en una de las estanterías de mi casa en Caracas. También recuerdo haber escuchado una que otra pequeña discusión sobre el libro entre mis familiares luego del almuerzo. Sin embargo, este título se negaba a mí ─o yo me negaba a él─ sin razón particular alguna.

La revelación ocurrió años después cuando, en una especie de ataque de ansiedad, empecé a leer las primeras líneas de distintos libros para ver de qué iban. En cuanto le tocó el turno a Crónicas marcianas, una colección de cuentos de ciencia ficción, continué pasando sus páginas hasta terminar devorándolo en unos pocos días. Esto, tal vez, porque vivimos tiempos convulsionados y estas historias marcianas son muy terrestres y vigentes.

Para acompañar la lectura: hot dogs y Coca-Cola. ¿Por qué? Combinan perfectamente con la sonriente y orgullosa insistencia del astronauta conquistador en “Agosto de 1999: Los hombres de la Tierra”. “Noviembre de 2005: Fuera de temporada” es otra de las razones. Sin embargo, en Berna que es la ciudad donde resido, los hot dogs no son muy populares y no existen locales que los vendan. Por eso, Wonder Waffel, con su estilo estadounidense, es ideal para leer este libro y degustar maravillas (totalmente personalizadas) como la de la foto. Foto: Isabel T. García de Puglisi

Las 27 crónicas de Bradbury comienzan en 1999 cuando los marcianos presienten que algo va a cambiar en sus vidas, y finalizan en 2026 cuando los terrícolas ya han colonizado Marte. Entre esos dos episodios, encontramos escenas cotidianas de marcianos y humanos en el planeta rojo que esconden severas críticas sociales. De hecho, los relatos son una gran metáfora de la historia y del comportamiento de la humanidad. En ellos, Bradbury destaca como un maestro del lenguaje poético al recrear imágenes de extraordinaria belleza mientras nos hace recordar los saqueos arqueológicos, el irrespeto a la memoria histórica, la discriminación racial, las devastadoras conquistas, el lado instintivo del hombre, las guerras, los prejuicios, la vanidad, la soberbia, la crueldad… En fin, todos nuestros errores.

Por otro lado, el autor también describe momentos de más frescura en los que podemos disfrutar de la victoria de los oprimidos. Así, en el capítulo “Abril de 2005: Usher II”, un aficionado de Edgar Allan Poe se venga de la censura absurda (este capítulo está relacionado con el otro famoso y excelente título de Ray Bradbury, Fahrenheit 451) y, en “Junio de 2003: Un camino a través del aire”, las minorías (en este caso, los afroamericanos) se rebelan al encontrar la fuerza en la unión de todos sus integrantes.

Crónicas marcianas se lee preferiblemente viajando en tren, en auto, en metro, en avión. Si esto no
es posible, lo ideal es hacerlo de noche a la luz de una simple lamparita. Foto: Gabriele Puglisi
 

Esta obra de Bradbury puede ser leída como una novela (siguiendo el orden predispuesto) o saltando capítulos (estilo Rayuela de Cortázar) como si se tratara de historias independientes, ya que no hay una estricta secuencia entre un relato y otro.

 El fragmento

Del capítulo “Junio de 2003: Un camino a través del aire”

“Las aguas negras y cálidas descendían desde lo alto de la calle e inundaban el pueblo, como si se hubiera roto un dique. La marea negra corría entre las resplandecientes riberas blancas de las casas, entre los silencios de los árboles. Avanzaba espesamente, como una melaza de verano, sobre la canela polvorienta del camino; avanzaba lentamente, lentamente, y era hombres y mujeres y caballos y perros alborotados, y niños y niñas. Y de las bocas de la gente que formaba aquella marea, salía un sonido de río. Un río de verano que iba a alguna parte, sonoro e irrevocable. Y en ese caudal sombrío, lento y continuo, que atravesaba el blanco resplandor del verano, se veían unas vivas pinceladas de un blanco alerta: los ojos, los ojos de marfil que miraban adelante y a los lados, mientras el río, el largo e interminable río, entraba en un cauce nuevo. Con innumerables afluentes, con arroyos de animado color, se había formado una corriente madre que no dejaba de crecer. Y flotando entre las olas iban las cosas que se llevaba el río:  relojes de pared con ruidosos carillones, relojes de cocina de sonoro tictac, gallinas enjauladas que protestaban cacareando, y bebés que lloriqueaban, y nadando entre los espesos remolinos iban mulas y gatos, colchones con los muelles al aire y las crines revueltas y enloquecidas, y cajas y canastos, y retratos de oscuros abuelos en marcos de roble… El río pasaba, y los hombres estaban ahí en el porche, como nerviosos perros de presa ─era demasiado tarde para reparar el dique─, con las manos vacías”.


Sobre el autor

Ray Bradbury nació en Illinois en 1920 y murió en California en 2012. Sus escritos fantásticos y de ciencia ficción abarcan una gran variedad de géneros desde el relato a la poesía, pasando por el teatro, la novela e, incluso, el guion cinematográfico. Fue galardonado con numerosas distinciones entre las que se encuentran un Emmy, una estrella en el Paseo de la Fama en Hollywood, la Medalla Nacional de las Artes, el premio Bram Stoker (en diversas ocasiones), una nominación al Óscar y una mención especial al Premio Pulitzer. Sus obras más importantes son Crónicas marcianas y Fahrenheit 451. Bradbury fue un vigoroso defensor de la literatura fantástica, pues la consideraba el mejor escape de un mundo que, a su parecer, no servía para nada. Por esto último, él mismo afirmaba que sus textos, más que predicciones, eran advertencias para la humanidad.

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