La Calle de las Huertas está llena de frases de escritores conocidos del Siglo de Oro. Foto: Ariana Guevara Gómez
La versión original de este texto sobre el Barrio de las Letras se publicó hace algunas semanas en el diario venezolano El Nacional
Hace más de 400 años, por estas calles del centro de Madrid —ahora repletas de bares y turistas— caminaron y vivieron algunos exponentes del Siglo de Oro de la literatura española. Por aquí durmió Miguel Cervantes, más allá estaba la casa de Lope de Vega, en esta esquina se encontraba la residencia de Francisco de Quevedo. Por eso, esta zona que va desde la plaza Santa Ana hasta el paseo del Prado se denomina Barrio de las Letras. Las huellas de los escritores están por todas partes.
Lo ideal es empezar el paseo por la iglesia de San Sebastián, en la calle de Atocha, edificada entre 1554 y 1578, y reconstruida en los años cuarenta después de que quedó destruida por un bombardeo en 1936, durante la Guerra Civil Española. Allí, aunque se desconoce el paradero exacto, se encuentran los restos de Lope de Vega, autor de más de 1.000 comedias, además de novelas, poemas no líricos y otros textos. Tal como dice la placa en la pared externa del edificio, este autor murió en 1635.
Antes de la puerta de madera, que da entrada a la iglesia —declarada Monumento Histórico-Artístico—, hay placas en las que se pueden leer todos los personajes famosos que se casaron, fueron bautizados o tienen registrada su muerte allí. También vale la pena entrar y apreciar los detalles sobrios del interior bajo la luz tenue del atardecer.
Al salir de la iglesia, se puede seguir el recorrido por la calle de las Huertas. Hay que caminar mirando siempre hacia el suelo para apreciar las frases de grandes escritores, grabadas en el pavimento. Se consiguen autores de varias épocas, pero los más importantes son los del Siglo de Oro, de ese periodo que va desde finales del siglo XV hasta finales del XVII aproximadamente. Por ejemplo: “Ya está de cólera ciego / Que os he de matar, creed, / en ese potro, villanos. / ¿Quién mató al comendador? / Fuenteovejuna, señor”, que forma parte de la obra Fuenteovejuna de Lope de Vega. También hay fragmentos de textos de Francisco de Quevedo, Miguel de Cervantes y, entre otros, Luis de Góngora.
Las huellas de los grandes
Justo en la calle de las Huertas, en el número 18, se encuentra un edificio en cuyo segundo piso vivió Miguel de Cervantes, el gran escritor español de todos los tiempos, autor de El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha. Allí escribió Adjunta al viaje del Parnaso, en 1614.
En la planta baja está Casa Alberto, un restaurante típico de Madrid, que se fundó en 1827. Como homenaje al “manco de Lepanto”, ofrecen los Huevos Cervantinos, un plato que combina papas, pimentón, jamón y huevos fritos. ¿Y por qué se llama así? Nacho, quien atiende en la barra, dice que esa receta fue popularizada por el propio escritor en su época. En una entrevista que concedió el encargado del local al diario La razón, se señala que, de acuerdo con los registros, al autor le gustaba comer los huevos así. Sea cierto o no, la verdad es que vale la pena probarlos. Y si no hay ánimos para comer, se puede tomar un vermú maravilloso.
Después de refrescarse, hay que seguir el camino por la calle de las Huertas y llegar hasta la Iglesia y el Convento de las Trinitarias Descalzas, en la calle Lope de Vega. En este edificio, que empezó a construirse en 1673, se encuentran los restos de Cervantes, quien falleció en 1616 a los 69 años de edad. Dato curioso: Cervantes reposa en la calle que recibe el nombre de su enemigo literario, Lope de Vega, el “Fénix de los Ingenios”. Se desconocen las causas de la rencilla, pero se cree que empezó después de 1602 y que estaba aderezada con una buena dosis de envidia mutua.
El asunto es más irónico aún si se considera que la Casa Museo Lope de Vega, donde este escritor vivió los últimos 25 años de su vida, está a pocos metros de allí, en la calle Cervantes. En esta casa, construida en 1578, Lope vivió desde 1610 hasta su último día. En la actualidad, se pueden conocer habitaciones donde el escritor desarrolló algunas de sus obras más importantes, y objetos que una vez pertenecieron al autor y que permiten entender un poco más su vida y su contexto.
Por cierto, muy cerca de allí está la casa que fue propiedad, desde 1620 hasta 1634, de Francisco de Quevedo, exponente del estilo conceptista y autor de 875 poemas. También aquí se residenció su enemigo —en el ámbito de las letras—, Luis de Góngora, desde 1619 hasta 1626. El pleito llegó a los extremos: Quevedo expulsó a Góngora de esta vivienda por no pagar el alquiler.
Y como un desafío al gongorismo, en la planta baja del edificio está el restaurante Quevedo, que vende cervezas a 2,50 euros. Quizás sea, también, una forma de recordar que este escritor era amante de la bebida y que, como señala una nota de Miguel Ángel Montanaro en la revista Culturamas, era llamado por Góngora “Francisco Quebebo”.
La antigua imprenta
Si se sigue el camino por la calle Cervantes se pueden conseguir más referencias al escritor nacido en Alcalá de Henares. Está por ejemplo, una cervecería que lleva su nombre en la Plaza Jesús. Y si se continúa por allí se llega a la calle de Atocha, número 87, donde se halla la Sociedad Cervantina, un sitio cultural en el que antiguamente se encontraba la Imprenta Juan de la Cuesta, que funcionó entre el siglo XVI y el XVII.
La placa en el exterior, con la figura de Cervantes, Don Quijote y Sancho, recuerda que en 1604 allí se imprimió la edición Príncipe de la primera parte de El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha. A su alrededor, la vida madrileña mantiene su curso frenético en una de las arterias viales más conocidas de la ciudad. Pero, quienes quieran viajar a la literatura de otros siglos, solo deberán mirar hacia el suelo o hacia las paredes de los edificios para encontrar referencias por doquier.